La NBA: un mundo de reglas propias.
La NBA tiene reglas distintas al básquet internacional. Equilibrio entre competitividad y espectáculo, con más actores involucrados en las decisiones de cambio. Las consecuencias del nuevo CBA.
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Se acerca el comienzo de la temporada regular de la NBA, así que es una buena oportunidad para continuar la temática sobre los cambios metiéndonos de nuevo en este mundo fascinante e inagotable. Hablamos de una liga con una lógica distinta al fútbol, creada desde arriba y en miras del negocio que se vuelve más flexible para modificar las reglas del juego y de la economía. Así que ¡Vamos con eso!
Una liga distinta, un deporte distinto
Escribir sobre la NBA es hacerlo sobre un mundo completamente distinto al resto. No sólo porque se autoproclaman “world champions” quienes consiguen el anillo (en serio, fue un debate en el mundo de la NBA durante el último mundial), sino porque es una organización que sigue sus propias reglas, y, a diferencia del resto del deporte americano, el juego es mucho más global. ¿A qué me refiero? Tanto el hockey sobre hielo o el béisbol tienen un alcance reducido (América del Norte, América Central, Venezuela, Colombia y algunos países de Asia), mientras que el Fútbol Americano es estadounidense. En cambio, el básquet es un deporte que se practica en todo el mundo, pero eso no fue un impedimento para decidir sus propias modificaciones de reglas.
La organización de la competición como un modelo de negocios para aprovechar los tiempos en que la temporada de hockey sobre hielo no se jugaba determinaron desde el comienzo el espíritu de la NBA. Lo principal es brindar un espectáculo atractivo para el público que acudiera a ver los partidos a los estadios. Esto llevó a una evolución distinta al resto del mundo del básquet, “el básquet FIBA”, con variantes en reglas elementales como el tiempo de juego y el tamaño de la cancha.
No son las únicas particularidades del básquet de la NBA. Pioneros en algunas innovaciones que finalmente incorporaron en el resto del mundo, como la regla de 24 segundos por posesión o la línea de 3 (que no inventaron), no tuvieron problema en tomar reglamentaciones FIBA como sancionar la falta anti deportiva y evitar esas faltas tácticas. El objetivo es favorecer el juego ofensivo, la anotación y las jugadas espectaculares que atraen más espectadores, más negocio.
No es una particularidad del básquet el tener estas reglas propias a nivel nacional. En el fútbol, por ejemplo, con la creación de la MLS y a fin de favorecer el espectáculo establecieron la regla del shootout, de la que habremos visto videos en algún momento, para definir un ganador en caso de empate. Estos simpáticos mano a mano (?) no prosperaron y se abandonaron a los pocos años. Más allá de lo ridículo que parecen a día de hoy, el fracaso de esta innovación estuvo en la falta de peso de Estados Unidos en el mundo del fútbol, además del poco atractivo y talento de la liga. No es lo mismo la innovación en un deporte donde es uno de los dos países existentes ganadores de la medalla de oro de los Juegos Olímpicos y con la liga más poderosa, que en otro donde no hay un mérito deportivo que lo pueda respaldar.
Las disputas entre las federaciones internacionales y las ligas nacionales se encuentran también en el fútbol. Las diferencias en torno a las organizaciones de los calendarios de competición, la cesión o no de jugadores a los que los clubes les pagan el sueldo y donde se juegan para participar de torneos o clasificatorios, se encuentran entre FIFA y los clubes europeos principalmente. Es un conflicto que crece a medida que lo hace el negocio, porque el trasfondo no es “por la naturaleza” o “representatividad” del juego mismo, sino por el dominio político y económico. En esa clave hay que leer las reformas de los mundiales (incluso de jugarlo cada dos años), las ideas sobre el mundial de clubes y hasta la competencia en torno al desarrollo de los videojuegos.
La relación entre la FIBA y la NBA, sin embargo, es distinta. Por supuesto, el centro del mundo del básquet está en Estados Unidos y es una liga cerrada, lo que hace imposible extender las comparaciones con el fútbol (quizás si se armaba la Superliga seguía un destino similar). Además, más allá de las idas y vueltas, encontraron un punto de inflexión en 1992, a partir de los Juegos Olímpicos de Barcelona. La máxima cita del básquet contó con el mejor equipo de la historia, el Dream Team, y a partir de allí se entró en una fase de mayor colaboración entre las dos organizaciones.
El plan de globalización de la NBA de Stern con Michael Jordan a la cabeza iba a llevar la popularización del juego a escalas que favorecían el crecimiento de la FIBA también, y del negocio, lógicamente. No sólo esto, sino que a partir de esta competición y una mayor integración, el mercado de jugadores también se globalizó, lo que permite explicar a los Ginobilli, Gasol o Nowitzki. Además, el reconocimiento por parte de la federación de la superioridad a nivel llegada, y de estar frente a un igual pese a ser “solo” una liga nacional, permite trabajar en conjunto en iniciativas de desarrollo y armonizar calendarios para mantener el atractivo en los torneos internacionales.
Un nuevo convenio colectivo, nuevas estrategias
Adentrándonos en este mundo particular, entonces, podemos seguir profundizando sobre el cambio de reglas y cómo evolucionan los deportes, pese a que somos consumidores conservadores y “todo tiempo pasado fue mejor”. Si para el caso del fútbol el análisis se centró en el juego y en la necesidad de incorporar los actores a la mesa, para la NBA el foco va a estar en las consecuencias de lo que son los acuerdos alcanzados entre jugadores y propietarios. Hablo del convenio colectivo (CBA) que rige esta relación y que regula no sólo salarios máximos y mínimos, sino también excepciones, compensaciones por lesiones, reglas de acceso al draft, la agencia libre, entre tantos otros derechos y obligaciones de las partes involucradas.
Desde el 2022, los jugadores y propietarios, representados a su vez por el Comisionado Adam Silver, venían negociando los términos de un nuevo convenio que entrara en vigencia a partir del 01/07/2023 y permitiera desarrollar la temporada con normalidad, objetivo que se cumplió. Como siempre, el acuerdo alcanzado cristaliza una relación de fuerzas entre las partes y genera un nuevo marco para el desarrollo de la actividad. Entre las modificaciones hay algunas propias de los tiempos actuales, como la relacionada a las apuestas, y otras que generan cambios en la estrategia de armado de los equipos. Es un tema amplio que también va a estar en el podcast, porque hay mucho para decir.
Pero en este caso, me interesa centrarme en las consecuencias de un nuevo límite salarial, un poco más rígido. Recordemos que la NBA es una liga con un tope salarial blando, a diferencia de la NFL, en la que se puede mediante distintas excepciones ir superando el monto máximo establecido para el pago de salarios, a cambio del pago del impuesto de lujo. La idea de limitar el gasto en salario tiene el objetivo de promover la igualdad competitiva y favorecer el negocio. Sin embargo, dado el crecimiento exponencial de ingresos en el mundo NBA, las penalidades para los mercados grandes no son un impedimento. La franquicia más exitosa de la última década lo demuestra: los Golden State Warriors mantienen su dinastía a base de caer en penalidades, pero a la vez son quienes más dólares generan por patrocinios. Un negocio que a los dueños les cierra y desequilibra la liga o les obliga entrar en la misma dinámica, insostenible para ciudades más chicas.
Como decía, entonces, se incorporaron en el nuevo convenio nuevas regulaciones y penalidades para quienes superen un segundo “tax apron”, en este año, 17,5 millones de dólares por encima del impuesto de lujo. Quienes incurran en este grupo van a tener, además de un mayor valor del impuesto, limitaciones a la hora de armar las plantillas o hacer los traspasos, entre otras (se pueden ver en detalle acá). Si a eso se le suma que se ha aumentado el salario máximo que se le puede pagar a un jugador, el margen de acción de los General Managers se vio afectado.
La gran mayoría de los equipos empezó a moverse en pos de evitar caer en esta segunda penalidad, lo que explica gran parte de los traspasos de este verano norteamericano. La excepción son los Phoenix Suns, cuyo nuevo propietario está decidido a gastar los millones que sea necesario para hacer ruido y quedarse con un anillo también. En el deporte profesional el talento se paga y no podés ganar sin talento (aunque pagar no implica directamente ganar). Por eso, y más en la NBA, ninguna franquicia va a renunciar a sus estrellas y van a pagar lo que sea necesario para retenerlas. Entonces, lo que van a resignar son los jugadores de rol, esos complementarios que en algún momento pueden hacerte ganar un partido, son apoyos fundamentales de los principales o tienen alguna función específica. El resultado: las caras de las franquicias, jugadores cobrando mínimos y jóvenes que por su condición de novatos tienen contratos baratos.
Esto trae varias consecuencias, algunas que se van a ir descubriendo a medida que pasen los años, ya que desconocemos el alcance final de las instituciones. Otras, como la precarización de los jugadores de la clase media de la NBA merecen su capítulo aparte. En mi opinión, vamos a ver fases regulares más parejas, ya que los equipos candidatos van a tener rotaciones de menor nivel pero que cuiden los minutos de las estrellas para los playoffs. ¿Será para bien o para mal? Lo veremos.
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