El fútbol sin pausa: La sobrecarga de partidos y sus consecuencias
En la era de los calendarios continuos y la globalización, el fútbol enfrenta una crisis de identidad y sostenibilidad.
Hola, ¿cómo estás? Pasó el 10 del 10 y mis redes se llenaron por un momento de fotos y videos de grandes jugadores y jugadas. Un poco de respiro entre tanta violencia que se agradece, justo también en el día de la salud mental.
La entrega de hoy no sale un poco del fútbol argentino y apunta a un tema que va ganando fuerza, más cuando los protagonistas empiezan a hablar de ir a una huelga. Se trata de los calendarios sobresaturados, la proliferación de partidos y el modelo de negocio actual del fútbol, que es inviable a nivel humano y también como estrategia de crecimiento. ¡Vamos con eso!
El fútbol sin pausa
La fecha FIFA es quizás uno de los pocos momentos que nos deja el fútbol en la actualidad sin partidos. Se siente un poco raro incluso, porque lo normal es que siempre haya un partido para acompañar nuestro día a día, tenerlo de fondo mientras trabajamos, cenamos o incluso dedicarle momentos de ocio. No se trata solo de amistosos o partidos que fueron quedando pendientes por diversos motivos, sino de competencias organizadas de manera continua y en la que “siempre hay algo en juego”.
Vivimos en una era de los calendarios continuados, donde un torneo de fin de temporada se superpone con la clasificación de otros de la temporada siguiente, como sucedió con varios jugadores de la Eurocopa 2024, que una vez eliminados disputaron la clasificación para la nueva Champions League. Y esto recién empieza. Este año se sumó el formato ampliado y renovado del máximo torneo de clubes europeos, en julio se va a disputar la primera Copa Mundial de Clubes en Estados Unidos y el siguiente año, nuevamente, el Mundial con 48 equipos. Más y más partidos.
Esta situación se da principalmente en el centro del mundo del fútbol, que es Europa, pero como tal afecta a las otras regiones, principalmente América, que están directamente relacionadas con ellos. Por ejemplo, la necesidad de adecuarnos a sus ritmos de competición, durante varios años llevó a que la Copa Libertadores se cortara antes de las semi finales, se disputara la competencia internacional correspondiente (Mundial en 2014, por ejemplo) y en el medio del mercado de pases, se retomaran las instancias decisivas.
En lo personal, ubico el quiebre en la coherencia de los calendarios a partir de la pandemia. Creo que es a partir de allí, con la suspensión por unos meses, las burbujas y las postergaciones que se terminó la organización del fútbol como la conocíamos desde la primera década de este siglo. Pero se trata, justamente, de potenciar tendencias ya existentes. Así que lo primero que hay que preguntarse es por qué llegamos a este punto, en el cual incluso desde el sindicato de jugadores hablan de una huelga.
Justamente un discurso bastante extendido es que los clubes tienen que hacer frente a los altos salarios y la vida lujosa de los jugadores, lo que los lleva a buscar más ingresos y, en consecuencia, jugar más partidos. Así no deberían ser ellos los que se quejan, sino que deberían resignar primero sus ingresos para que se pueda desandar el camino. Si bien creo que es posible que en una estabilización en el mediano plazo los sueldos de los jugadores tiendan a estancarse, no es la causa del estado actual de situación. Eso no implica que los ingresos de los jugadores hayan aumentado significativamente, pero lejos está de ser la causa o el inicio.
Los jugadores son la parte más visible del negocio. Sin ellos no hay fútbol, es simple. Pero no son los únicos que se llevan la plata dentro de la industria del fútbol. Más aún, si bien la elite dentro de la élite es en términos económicos pertenecientes a las clases altas, los ingresos de la mayoría están en sus salarios. Y como dije en otra oportunidad, este trabajo de relación de dependencia tiene muchas consecuencias. Los grandes ingresos tampoco pueden ser a costa de exponer su físico, no sólo por cuestiones insalubres de trabajo, sino también por entender que se trata de personas.
Los datos son alarmantes. Por cuestiones de edad, siempre me quedó marcado que uno de los puntos claves del fracaso de Argentina y Francia en el Mundial de Corea Japón 2002 había sido el desgaste previo de sus jugadores durante la temporada, con el caso de Ayala que lo había llevado a la lesión. También la baja cantidad de partidos de Ronaldo le había permitido llegar en forma y demostrar lo crack que siempre fue. También fue un debate sobre si iba a influir en el mundial de Qatar 2022 la cantidad de minutos que acumulaban sus jugadores. Pero más allá de algún evento puntual, pareciera que al momento de planificar calendarios o nuevos torneos, no se tiene en cuenta la salud de los jugadores. Tampoco es algo nuevo: Maradona ya criticaba a Havelange en México 86 por los horarios de los partidos, pensando en la televisión y el horario europeo.
Desde el punto de vista económico, el desarrollo de las comunicaciones fue permitiendo un crecimiento exponencial desde los 80. La posibilidad de transmisión de partidos en todo el mundo fue potenciando los ingresos directos y también los asociados, trayendo mayores sponsors y aumentando el tamaño de los mercados. Teniendo el producto atractivo como es el fútbol, jugado en todo el mundo y sin comparación en torno a lo que genera, se fue apropiando de pantallas y horas de contenido a lo ancho de todo el mundo. Esto implicó el salto y desarrollo del fútbol de un deporte popular a una industria del entretenimiento. La venta del producto fútbol, que sintetizó Havelange como su objetivo.
A partir de los años 90 con el avance de la globalización, el dinero que generaba el fútbol fue creciendo exponencialmente. Los ingresos directos de las entradas, socios y abonados fue dejando de ser la base de los clubes más grandes, para juntarse con los derechos televisivos, los sponsors y, en Sudamérica, también las ventas de jugadores. Así se moldeó el panorama de una industria internacional, donde ya los clubes grandes de cada país no se limitaban solo a influir en su territorio, sino que pasaban a tener influencia global.
En este contexto es que se entiende la expansión de la Champions League y también de la Copa Libertadores. No es casualidad que la UEFA haya decidido cambiar el formato a partir de 1992, para incorporar más partidos con la fase de grupos y posteriormente hayan ampliado la participación a subcampeones en 1997 y nuevamente en 1999. Por el año 2000 también la Conmebol pasó de 20 a 32 equipos. Estos cambios no son en función de un mérito deportivo, sino de expandir el negocio, generar competiciones más atractivas para los inversores y vender más derechos de retransmisión televisivos. Sin embargo, hoy ya tenemos asumido que, por ejemplo, el cuarto lugar de la Premier League tiene derecho a jugar la Champions League.
Esta globalización fue acompañada por una mayor concentración y liberación del capital, lo que hizo que principalmente a partir de los primeros años del siglo XXI también grandes grupos privados empezaran a comprar clubes de fútbol. Para buscar instalarse o hacer rentable la inversión, acompañan la compra con inyección de dinero en el primer equipo y en infraestructura, que les permita ser rentables e incluso recuperar los montos. Para eso era necesario también instalarse en el plano internacional. Por ejemplo, el impacto de Los Galácticos del Real Madrid excede por mucho los trofeos que dejaron en las vitrinas.
Tenemos entonces una industria que desde comienzos de siglo empezó a recibir inyecciones de dinero tanto de los generados por el propio mundo del fútbol como los que se acercaron buscando rentabilidad. A estos, además, hay que sumar quienes encontraron en el deporte un vehículo para blanquear ingresos, como Abramovich en el Chelsea, o llevar adelante proyectos geopolíticos, como el City Group. Se generó así la necesidad de firmar grandes contratos y realizar transferencias que año tras año van rompiendo el récord, y que es lo que algunos llevan a afirmar que la causa de la insostenbilidad del fútbol son los jugadores.
Las fortunas de los dueños de los clubes que inyectan constantemente capital explican gran parte de la inflación, no los jugadores con sus sueldos (que ellos le ofrecen).
La respuesta es la incorrecta
Al apartado anterior le falta aún sumar la disputa entre los clubes, la UEFA, y FIFA por apropiarse de una mayor renta y tener decisión en torno al futuro del deporte. El problema que encuentran hoy quienes toman las decisiones es que continúan creyendo que la expansión es posible y deseable, a fin de poder dar cuentas a las demandas de ingresos.
Pensar que la frontera de consumidores puede crecer continuamente y para eso hay que aumentar la oferta de partidos cuenta con varios problemas.
Por un lado, el mundo es finito. Por más que se pueda expandir la frontera y acaparar el interés de cada vez más números de personas, que se acercan como aficionados casuales, este siempre va a encontrar un límite. Más aún en la actualidad, donde la industria del entretenimiento cuenta con el desarrollo on demand de series, películas, streaming, y una larga lista que junto con las redes sociales se pelean por tener nuestra atención. Y al apostar a lo efímero, al aficionado sin un vínculo profundo con un club, el fútbol corre con una gran desventaja: da demasiadas pocas alegrías, y principalmente durante los 90 minutos.
La metafísica de los torneos, inventando competiciones entre campeones para poder generar nuevos inversores cuenta con el límite, además, de la necesidad de tener sentido deportivo. La Suruga Bank, por ejemplo, es una copa que no cuenta con ningún interés porque no hay ninguna equivalencia deportiva que la justifique. Ese es uno de los puntos de partida polémicos de la SuperLiga Europea de clubes: un torneo cerrado sin mérito deportivo que lo justifique, más allá de ser los que más venden en el mundo.
El Mundial de Clubes de la FIFA un poco que busca enmascarar esta situación, clasificando a equipos por mérito deportivo, pero con un formato que a la postre lo que busca es que los grandes europeos tengan más partidos entre sí y definan torneos. Lo que nos lleva al otro problema, que es la concentración. No hay más que hacer una mirada rápida para ver los campeones de la Champions League, de la Premier League o los La Liga y ver cómo se repiten desde 2005 unos pocos equipos. Y esto se debe a que el ingreso masivo de dinero no fue parejo para todos los clubes sino que sirvió para potenciar las desigualdades (o crear nuevas, como en el caso del Chelsea, que a base de millones se metió en el lote de clubes principales). Esta situación no promete revertirse, sino por el contrario, van a ser cada vez más difíciles las “sorpresas”, la victoria del débil o los resultados inesperados.
Las principales perjudicadas dentro de este esquema son las ligas locales, y dentro de estas los equipos “clase media”, aquellos que no parten de candidatos pero que podían tener temporadas aspirando a ser campeones. Lo que se va conformado son castas de equipos con éxito y presencia internacional, y presupuestos sin comparación al interior del país. La tendencia a la Super Liga desde este lado sería casi una continuación lógica, pero quienes la impulsan también pierden de vista que si juegan siempre los mismos, aquellos que tienen un aura ganadora probablemente la pierdan (tal vez no para el Real Madrid, caso único).
Por último, entender la esencia del fútbol es importante. Y esta es inseparable de la escasez. La emoción de un gol no se compara con ningún otro deporte, porque ningún otro tiene tan pocas anotaciones: tiene un valor e impacto único. Lo mismo ocurre con los partidos: que se jueguen todos los días va diluyendo su peso específico. Más aún si siempre hay algo en juego, como en el caso de la Europa Nations League, que transformó los partidos entre grandes selecciones en algo cotidiano. Eso lleva a una pérdida del valor, por un lado, y a la vez a que el espectador vaya perdiendo interés en cada nuevo partido. Si en una ventana FIFA, por ejemplo, España juega un partido contra Inglaterra y otro contra Francia, y al mes siguiente contra Italia y Países Bajos, el espectador se empieza a saturar, el valor agregado de esos partidos en su satisfacción y compromiso disminuye.
Sinceramente, me costó bastante escribir este artículo y creo que no terminé diciendo ni lo que me había propuesto ni todo lo que quería. Condensar la idea del valor de los partidos y por qué es contraproducente seguir agregando, además de entender que tanta inyección de dinero genera este proceso, me llevó además a dejar afuera la puja política detrás. Probablemente vuelva sobre estos temas para darle un espacio mejor.
Muchas gracias por acompañarme. Nos leemos la próxima.