Qatar 2022, un mundial aguado en el desierto
La FIFA recibe muchas críticas por la elección de la sede, pero poco pueden respaldarlas. El Mundial, tan lavada la fiesta y la comunión internacional, terminó demasiado aguado.
Hola! ¿Cómo estás? El martes después del partido me crucé con tres conversaciones de gente que me llamaron la atención. La primera, en el subte después del partido, dos hombres hablaban sobre la necesidad de cambiar el offside y discutían sobre qué parte del cuerpo debía considerarse para sancionarla. Al mediodía, en la fila de un local para comprar comida, una mujer le explicaba a su interlocutor por qué para ella no había que cambiar de táctica, por los jugadores convocados y el proceso que venía siendo la Scaloneta. Por último, a la tarde, el encargado de un edificio le comentaba a un vecino que si no anclaban las expectativas inflacionarias era probable que el gremio pidiera nuevas paritarias y aumentaran las expensas. En Argentina hay directores técnicos y economistas por todos lados, porque las conversaciones, la verdad, tienen bastante contenido.
La semana pasada escribí acerca de por qué es un mito que el Mundial sea un activo político para los gobiernos o pueda influir en el rumbo de un país. Hoy voy a hacer foco en la FIFA y cómo, en su afán de prestarse para el lavado de imagen de líderes, terminó lavando el Mundial. Esta canción de La Vela Puerca va muy bien arrancar, ¡así que vamos con eso!
La hipocresía se vuelve moda
Infantino asumió como presidente de la FIFA en 2016, luego de que estallara el escándalo del FIFAGate, que terminó con dirigentes presos y Blatter teniendo que salir por la puerta de atrás y no con el Premio Nobel de la Paz que tanto anhelaba. Desde el comienzo, entonces, su preocupación estuvo en lavar la imagen de la asociación e impulsar reformas que tendieran a la transparencia y demostraran que se estaba en una nueva etapa. Sin embargo, respecto a las sedes de los Mundiales 2018 y 2022 que desataron las investigaciones por parte de Estados Unidos, se mostró como el primer aliado e impulsor de Rusia y Qatar.
Sus declaraciones antes del comienzo del Mundial generaron revuelo, y no por su color de pelo en la juventud. Por el contrario, su defensa al país anfitrión y su intento de empatía con los sectores excluidos fueron recibidas con estupor. Si bien acertó bastante al decir hablar sobre la lección moral unilateral y la historia europea, hacerlo desde un país que no cuenta con libertades individuales invalida la fuerza que podría tener un verdadero llamado a la reflexión global.
Mucho se cuestionó a la FIFA por la elección de un país sin tradición futbolística ni libertades individuales. Parece ser que el problema no fue la compra de votos en sí, sino darse cuenta que los puede comprar alguien que no comparta los mismos valores occidentales y de derechos humanos. La elección de Alemania 06 o los pagos de Estados Unidos a las confederaciones luego de su designación para el 2026 podrían ser un ejemplo. También se menciona poco que Rusia fue elegida en la misma elección fraudulenta.
Las contradicciones de la UEFA en este aspecto son más visibles. El rol de Francia en la elección de Qatar como sede está documentado, por lo que llama la atención el rechazo que generan la realidad sociopolítica del país. Más aún, el club insignia y que implicó el resurgir de la Ligue I- el PSG- está, precisamente, administrado por fondos qataríes. ¿Es muy distinto hacer negocios o permitirles entrar en el mundo del fútbol que llevar un mundial ahí? París en señal de boicot no va a transmitir los partidos, pero toda la publicidad de la aerolínea y sus negocios van a seguir estando presentes en el día a día.
Por otra parte, Qatar no es un caso aislado en la región. Incluso algunas reformas hasta podrían indicar que, dentro del mundo árabe, realizó avances en materia de libertades civiles (que sin la presión internacional no hubiesen sido posibles). Emiratos Árabes Unidos es sede de distintas competiciones internacionales y no recibió ninguna crítica al respecto. Otro caso es el de Arabia Saudita, que en medio de denuncias de violaciones de derechos humanos y asesinato de periodistas albergó la Supercopa de España, pudo comprar el Newcastle y se propone ser sede de Mundial la próxima década. Para Inglaterra, tan atenta a la sanción de fondos rusos luego de la invasión a Ucrania, no pareció importarle en este caso el origen de los mismos.
Pero, volviendo a la FIFA, está claro que más allá no es su rol realizar reformas sociales, económicas o políticas en distintos países. Más allá de su discurso y su compromiso con los valores que dice representar a través del fútbol, en los hechos su estructura refleja el lugar alejado que representa: “medicina y ciencia” y “Sustentabilidad, Derechos Humanos y Anti-racismo” son una sola categoría presupuestaria (sí, todos esos rubros) y juntos han recibido menos de la mitad de fondos que el Museo de la FIFA, como muestra esta investigación. Por eso, para juzgar el Mundial hay que hacerlo en términos del producto que ofrece. Y en este caso, queriendo ser tantas cosas, se pasó de lavado.
Un Mundial diluido en su contexto
Los edificios, lujosos e inmensos, en el medio del desierto son atracción turística desde hace varios años. En este caso, son los estadios los que se construyeron y prometieron maravillar al mundo con su tecnología. Sin embargo, hay una realidad: los edificios por sí mismos no dan vida y, en el caso de los estadios, si no es por la gente, son un lugar mudo. Este Mundial se está caracterizando por la falta de vida en las tribunas, que le falta la fiesta del fútbol –que hace que también el fútbol sea una fiesta-.
Llevar el espectáculo de fútbol a culturas que lo viven tan distinto tiene esos riesgos. La tribuna llena del blanco característico de la vestimenta árabe contrasta con la proliferación de camisetas y colores que llenan los estadios en otras partes del mundo. Solo los grupos de hinchas en otros partidos, como los japoneses, parecen romper con esta monotonía. Además, el consumo de los partidos como un espectáculo más, sin un componente extra de pasión, genera imágenes de gente yéndose antes de que terminen los encuentros.
La responsabilidad de la FIFA corre, además, por el precio de las entradas. Está claro que el Mundial no es un evento popular, ya que la entrada más barata para un partido supera los 65 dólares. Si a eso se le suman los costos de traslados y alojamiento, el evento se configura para una elite económica, donde la cercanía además es un factor relevante, y no tanto a los grupos masivos que suelen llenar estadios en América o Asia, por ejemplo. Si a esto se le suma el contexto más represivo, el resultado al ver la vida de los estadios está bastante lejos de ser la fiesta del fútbol.
El Mundial puede ser también una oportunidad para unir pueblos, generar intercambios culturales positivos y una buena plataforma para la paz, como dijo Infantino en el G20 pidiendo un alto al fuego en Ucrania durante el evento. Sin embargo, poco dijo al respecto de la descalificación de Rusia de las eliminatorias para Qatar 2022 por motivo de la invasión, exclusión que sigue perjudicando a clubes y, principalmente, deportistas rusos.
Por el contrario, todos estos discursos bienintencionados contrastan con la realidad de una defensa de la situación de Qatar y una necesidad de “despolitizar” el clima. La selección de Irán se manifestó públicamente por las protestas que aún hoy encabezan las mujeres contra el régimen. ¿Cuál es el rol que pretende ocupar la FIFA si en su evento estrella no pueden los jugadores alemanes, por ejemplo, hacer una manifestación sobre las condiciones sociales del país anfitrión? Está claro, entonces, que más que la unidad y los puentes, el Mundial es un espectáculo.
Por último, uno de los hincapiés que hace la FIFA en sus eventos es sobre el legado, y, en el marco de una agenda contra el cambio climático que gana espacio, su preocupación es hacer un evento sustentable. Como no podría ser de otra forma, en esto el Mundial también está más preocupado por parecer que por ser. Su estrategia está más interesada por lograr certificaciones que por acciones de impacto real. Sirva como ejemplo de diferencia la organización de los últimos Juegos Olímpicos en Tokio y cómo realmente desarrollaron un evento de menor impacto.
Recorrida por el Estadio
Hoy es el turno de Alemania 06, un gran torneo en el que Zidane se llevó la mayoría de los focos, pero que fue el primero de Messi y Cristiano Ronaldo.
Los vestuarios: ¿Qué fue de los campeones después del mundial?
Campo de juego: Los goles del mundial, porque todos recordamos el de Maxi Rodríguez y el de los 20 pases contra Serbia, pero siempre es lindo verlos.
Los despachos: Italia fue ayudada contra Australia en su paso a octavos, luego de que en 2002 fuera perjudicado contra Corea del Sur. Pero, se suele olvidar que, mientras se consagraba campeón del mundo, estallaba el escándalo por arreglo de partidos en el Calcio.
La semana que viene será el turno de un enfoque más positivo sobre el Mundial y sus oportunidades. Mientras, si te gusta lo que escribo, podés suscribirte y que te llegue a tu mail cada vez que suba algo.