Fútbol argentino: tres amenazas bajo el gobierno de Milei
La posibilidad de privatizar los clubes, la dolarización de los costos y el ajuste económico, los principales desafíos que enfrenta el deporte rey en Argentina.
Hola! ¿Cómo estás? Diciembre es un mes intenso, de cierres, de planificación, de festejos, etc. Supongo que este es el anteúltimo envío del año, en la próxima entrega habrá un balance del año, al igual que en 2022. Después vendrá un corte y a trabajar en seguir creciendo el año que viene.
El objetivo de hoy es hacer algunas reflexiones sobre lo que puede venir en el 2024 para el fútbol argentino, a partir del cambio de gobierno. En un escenario en el cual parecía que el Chiqui Tapia podía tener el control y no tener retadores, la crisis económica y la posibilidad del avance de las sociedades anónimas deportivas pueden traer novedades, no necesariamente positivas. ¡Vamos con eso!
Un campo propio
El fútbol argentino no es ajeno a la política nacional. Sobran ejemplos de los vínculos, de la pertenencia partidaria de dirigentes y de las intervenciones directas de los gobiernos en la vida de los clubes. Por eso, el cambio de gobierno no es un elemento irrelevante a la hora de pensar y analizar el mapa del fútbol argentino para los próximos años.
Esta relación tan estrecha tiene muchas causas y variaciones a lo largo de la historia. La popularidad del fútbol, la estructura de los clubes como asociaciones civiles, las proscripciones políticas, el crecimiento del negocio, la exposición pública, por nombrar algunas cuestiones, llevaron a que los actores políticos de los clubes estén vinculados a la política nacional y que quienes ejerzan cargos o busquen hacerlo en el ámbito nacional o provincial también tengan ese interés.
Ante esta situación, muchas veces se cae en la tentación de proyectar al mundo del fútbol como un apéndice más en la disputa por el poder, perdiendo de vista que es un campo propio, con sus dinámicas, intereses y construcciones particulares. Algo de eso ya desarrollé en otros artículos sobre el fútbol argentino. Ese punto de partida erróneo no es exclusivo para el análisis del fútbol o el deporte: lamentablemente, cada vez es más común tratar de explicar sucesos desde dicotomías y enfrentamientos propios que no funcionan (por ejemplo dinámicas internacionales a partir de disputas nacionales).
¿A qué viene todo esto? El fin de semana hubo elecciones en varios clubes del fútbol argentino, aunque casi toda la atención se fue con lo ocurrido en Boca (y yo no fui la excepción). La presencia de Riquelme y de Macri y el peso propio del club hacían de ese el plato fuerte. Más aún cuando los planes del nuevo presidente del país incluyen la posibilidad de privatizar los clubes, viejo anhelo del candidato a vicepresidente derrotado. Pero es relevante también la afinidad política que puedan tener los candidatos elegidos en Colón, Ferro, Morón, Nueva Chicago, por nombrar algunos, porque a la hora de construir relaciones y apoyos en este campo es un factor a considerar. Y nada más.
La construcción de liderazgo, de consenso y de gestión adentro de los clubes tiene una dinámica distinta a la nacional. Pensar que uno puede llegar con apoyos desde afuera y traducirlos directamente al interior del mundo del fútbol es subestimar a los hinchas, socios y actores de la vida cotidiana. Y también es un error decir que lo que ocurre en las elecciones en los clubes se debe a cuestiones exteriores. Riquelme no ganó en 2019 porque en el país soplaban vientos de cambio y se agotaba el macrismo como experiencia política. Sino, no podría haber retenido la conducción de Boca este año. A Milei no se lo silbó por su ideología política, sino por haber desconocido y hasta repudiado a Boca como club y deseado que perdiera. Finalmente, Massa no es el representante de los clubes ni fue su candidato, como tampoco ganó el Pro las elecciones de Independiente en su momento.
Es sin perder de vista esto que hay que entender la movida de los clubes de impulsar declaraciones antes del ballotage defendiendo y reivindicando la figura de las asociaciones civiles y rechazando la posibilidad de las sociedades anónimas deportivas. Sí, claro que era en apoyo de un candidato - Massa- pero lo que había detrás era, por un lado, una postura defensiva sobre el ámbito del fútbol y, por el otro, la jugada del Chiqui Tapia.
Respecto al primer punto, no dudo que muchos de los hinchas y dirigentes hayan votado por Milei en el ballotage. Más aún, probablemente hayan estado en contra de la gestión de Sergio Massa o el Frente de Todos. Pero a la hora de defender su propio espacio e independencia, los intereses como dirigentes de clubes se encontraban en otro lado. También estudios de opinión marcaron que muchos votantes no estaban de acuerdo con las políticas que decía que iba a llevar a cabo como presidente Milei, y esto puede haber sido otra muestra.
El accionar del Chiqui Tapia también es clave. Y en gran parte es respuesta a la mayor participación de Mauricio Macri. En este sentido, como ya mencioné, que la selección haya sido local en la Bombonera fue un apoyo a Riquelme, por entender que no es un rival político. En cambio, el ex presidente es/era una amenaza en varios frentes. Por un lado, en construcción de liderazgo dentro de la dirigencia del fútbol argentino: sus contactos, aliados e incluso miembros del mismo partido podían activarse y empezar a construir una alternativa de poder al interior del fútbol argentino. Por otro, el impulso a las sociedades anónimas deportivas y las promesas de capitales le podían hacer perder esa hegemonía de un nuevo momento de “AFA rica, clubes pobres”. Y, por último, el hecho de tener de nuevo a alguien con la relación con el presidente de la FIFA, Infantino, en su propia casa no era muy alentador para alguien que ya comienza a construir su carrera internacional.
Más allá de estas movidas y preferencias, el hecho es que Javier Milei es el presidente de los argentinos y eso implica un panorama complejo para los clubes.
La triple amenaza
No es un cambio de gobierno más en la Argentina. Milei es toda una novedad para el sistema político y económico: primer presidente de ultraderecha, pro mercado, libertario, anarco capitalista o como se prefiera definirlo; sin un partido fuerte o histórico detrás (La Libertad Avanza se fundó para las elecciones 2021 y su resultado en las contiendas provinciales fue muy malo) y que ganó prometiendo ajuste y destrucción. Desde el poder central, ahora, tiene que construir el resto de las relaciones, con los desafíos que ello conlleva.
Para el planeta fútbol esto podría ser una noticia positiva: un presidente con muchos frentes y pocos aliados le daría libertad de acción para fortalecerse y negociar desde una postura de fortaleza. Pero ocurre lo contrario: más allá de sus debilidades institucionales, la presidencia de Milei aparenta ser más ideológica que pragmática, decidida a avanzar con reformas totales, como lo demuestra sus primeras relaciones con el principal socio comercial del país - China- y, en lo que nos compete, la propuesta de habilitar las Sociedades Anónimas Deportivas. (El uso del verbo “aparentar” es por estar en los primeros días recién como para sacar una conclusión definitiva).
Esta primera amenaza no es una novedad, ya que Macri la viene impulsando desde los años 90 (me repito, pero esta anécdota es genial). Tanto Grondona en su momento como ahora Tapia se oponen a este cambio y también los dirigentes que verían su poder diluido. En este marco, haber jugado la carta colectiva en contra de las SAD previamente los deja a la defensiva. Sin embargo, los clubes no están necesariamente en una posición de poder para esta negociación, ya que la realidad económica de la mayoría es, cuanto menos, apremiante. El alivio a las cuentas que significó la restitución beneficios en materia de aportes de la Seguridad Social puede ser rápidamente vuelta atrás, como demuestra el asunto de la baja en el impuesto a las ganancias. Y en este marco, ningún dirigente va a querer inmolarse a costa de una idea: quedar en bancarrota, no pagarle a los empleados o jugadores, o descender son costos muy altos y por ahí puede empezar a penetrar la privatización.
La segunda amenaza es la dolarización. Los clubes hoy cuentan con sus gastos operativos en pesos y los ingresos extraordinarios que pueden venir de la venta de jugadores al exterior, televisión o Conmebol en casos con mejor presente deportivo, son en dólares, lo que les significa una ventaja. Si se dolarizaran sus costos, de mantenimiento, de infraestructura y salarios, deberían generar un aumento similar en los ingresos que ya no podría venir del exterior.
Además, no todas las instituciones están en condiciones de recurrir al mercado de capitales para financiarse y endeudarse en moneda fuerte, lo que implicaría otra caída. Los bancos locales tendrían menor capacidad y disponibilidad para prestar, sumado a un riesgo más alto de morosidad, se competiría con mercados más estables en un escenario internacional, y serían menores las garantías que pueden ofrecer si se ofrecieran también activos dolarizados.
Finalmente, el ajuste y el programa económico es la tercera amenaza. Si bien un ajuste era necesario, la elección del gobierno fue la de licuar el poder de compra y ahorro y del valor del peso. Esto, además de un salto inflacionario, va a repercutir en la necesidad de reducir el consumo, donde las cuotas sociales, compras de entradas y productos de los equipos van a verse entre los rubros a resignar. Además, el aumento de las tarifas de los servicios y de los precios de los combustibles, va a aumentar los costos operativos de los clubes. Muchas instituciones van a tener que decidir hasta qué punto pueden seguir trasladando en este contexto los aumentos a los socios e hinchas, comprometiendo la sostenibilidad de sus principales fuentes de ingresos. Este riesgo es, quizás, frente al cual los clubes están más entrenados, ya que no es la primera crisis económica del país.
En conclusión, el fútbol argentino tiene por delante meses de mucha incertidumbre, movimientos políticos y económicos, en lo que puede ser también el último año de Messi con la selección, con la pérdida del poder simbólico que eso sería y el cierre de un ciclo de enamoramiento de la gente.
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