El Mundial cada vez más de la FIFA
La FIFA tiene un problema: Europa le disputa el centro cada vez con mayores recursos. ¿Cómo competir? ¿Por qué los mundiales son cada vez más parecidos?
¡Hola! ¿Cómo estás? Palpitando ya el domingo, me imagino. La verdad que es muy linda toda la alegría y emoción que se está viviendo en torno a la selección y también el Mundial. Los textos que le dan lugar al sentimiento, a lo genuino del juego y lo que generan, al menos a mí, me están emocionando mucho. Este de Mora Alfonsín, describiendo el juego, y este sobre la paternidad me movilizaron.
Se me complicó mucho plantear la pregunta de hoy. Bah, la pregunta que me sale es “¿De quién es el mundial?” y en este contexto solo puedo responder “tiene que ser nuestro”. Pero, el sentido es indagar en las movidas que viene haciendo la FIFA en pos de recuperar la centralidad en el escenario político y económico. Así que vamos con eso!
La rutinización de lo extraordinario, pero para mal.
J.P. Varsky suele referirse a Messi y las genialidades que hace como la rutina de lo extraordinario. El uso de este oxímoron tiene mucha potencia, porque hace más de 15 años que lo que viene haciendo está fuera de lo normal, pero lo hace regularmente. Y todavía sigue sorprendiéndonos y maravillándonos. La costumbre va a matar al placer, dicen Las Pastillas del Abuelo, y algo de razón tienen. Por eso el logro de Messi y Cristiano Ronaldo (o Federer y Nadal en el tenis, por ejemplo) es haberse mantenido en la cima durante tantos años y con tanta diferencia con el resto. Ese enganche para el mismo lado, ese tiro característico, esa gambeta a pura velocidad empiezan a ser parte de las herramientas del juego, los rivales se preparan, deja de existir la sorpresa y pasa a ser parte del paisaje, casi invisible. No aplica para ellos.
¿A qué viene esto? A la discusión que planteó Infantino, sobre la posibilidad de hacer un mundial cada dos años. Más allá de la viabilidad de calendarios, de clasificaciones, sponsors compartidos con Juegos Olímpicos, etc. La propuesta de la FIFA se arriesga a que pierda uno de los principales atractivos: lo extraordinario. Son pocos partidos que se juegan durante un mes cada cuatro años y que reúnen a las selecciones en un solo lugar. Los jugadores (salvo algún despistado que entiende poco) sueñan con ese evento que marca la historia. ¿Qué pasaría si fuera parte de lo cotidiano? ¿Tendría el mismo valor jugar 4 mundiales - ¡16 años!- o llegar a los 16 goles? ¿Sería atractivo para el público?
Mi respuesta tentativa es que no a todo, lógicamente. Y también es claro que la FIFA, en caso de querer avanzar con esa iniciativa, tendría estudiado cómo y el impacto. No van a arriesgar su producto, lo que justifica su existencia, diría, sin tenerlo bien estudiado. Sin embargo, también es claro que el planteo sobre el mundial cada 2 años no es una cuestión -solamente- de ingresos e interés. El trasfondo de la cuestión es cómo mantener el lugar central político y económico que da el fútbol, con tanta competencia en el mundo globalizado, principalmente con Europa.
El fútbol como espectáculo masivo nació con un fuerte contenido territorial. La importancia y dificultad de conseguir un terreno propio, hacer un estadio y ser sostenible económicamente marca el origen de las ligas a comienzos del siglo XX. Con la prensa escrita, primero, y la radio después, se va abandonando esa limitación geográfica para alcanzar y llegar a otras zonas más alejadas y nuevos seguidores que ya no tenían vínculo físico con el club y el equipo.
Por otra parte, las competencias internacionales, en copas con poca organización, amistosos entre clubes, combinados locales o los Juegos Olímpicos primero y el mundial después, eran los únicos momentos en que se enfrentaban jugadores de distintos países y podían generar enfrentamientos entre “escuelas nacionales”. Allí residía su atractivo, rompía con la normalidad del fútbol local y generaba relatos entre nacionalistas y otras cosas. Eran, además, la única oportunidad de conocer el fútbol de otros países, ya que no se encargaba la prensa de esto.
A medida que avanzó la profesionalización del fútbol y se fueron globalizando los mercados, tanto de transferencias de jugadores como de transmisiones de eventos internacionales, esta exclusividad de los mundiales y eventos entre selecciones se fue perdiendo. Si para el Mundial de Chile en 1962 Pelé contaba con giras amistosas con el Santos para enfrentarse con jugadores europeos, Maradona para el Mundial de México 86 llevaba ya casi cuatro años completos jugando en clubes europeos, enfrentando no solo jugadores locales en el marco de competencias.
El plan de Havelange de potenciar y llevar el “producto fútbol” a todos los rincones del mundo se apoyó en el desarrollo de la televisión (Televisa fue un gran aliado) y el impulso de las competiciones entre selecciones nacionales, tanto con el aumento de los participantes de los mundiales como con las competencias juveniles en destinos nuevos para el fútbol internacional. Todo esto implicaba una pérdida de hegemonía para Europa, tanto a nivel clubes como selecciones. No sólo ya no contaban con los resortes de la FIFA, sino que además económica y estructuralmente la organización se iba fortaleciendo. Sin embargo, nunca dejaron de considerarse el centro del deporte y del negocio, y por lo tanto quienes deben dictar las reglas del desarrollo del mismo.
Los logos de los mundiales desde Brasil 2014 siguen con una línea.
El Mundial es de la FIFA
El siglo XXI termina de romper la paridad entre América y Europa, históricamente centros de disputa futbolística y de la narrativa del desarrollo del fútbol. Si bien la diferencia económica siempre existió - propias también de las diferencias entre las economías nacionales - a partir de la década del 90 esta se hizo mucho mayor, junto con los cambios en la legislación (Ley Bosman, principalmente) que permitió una mayor afluencia de talentos hacia las principales ligas.
El abandono de la vieja Copa de Europa por la renovada Champions League en 1992 fue otro punto de inflexión. La centralización de recursos y posterior distribución entre los participantes por parte de la UEFA, junto con el desarrollo de las telecomunicaciones y la globalización financiera, permitió aumentar los ingresos para los clubes de manera exponencial y a la asociación fortalecerse nuevamente. https://cincodias.elpais.com/cincodias/2010/05/19/empresas/1274276396_850215.html
Este escenario de concentración de recursos financieros, talentos deportivos y audiencias significa que ya no es la Copa del Mundo el evento que reúne a las estrellas planetarias. Esto ya sucede todos los años durante la semana en la Champions League. Además, la famosa “fecha FIFA” para las clasificaciones o los amistosos, la UEFA la desafió lanzando la “UEFA Nations League”, centralizando también la agenda de esa fecha y con un sistema que le garantiza a los mejores equipos competir entre ellos. Esto implica que, más que negociar amistosos y sponsors, abriendo el juego también a la FIFA, Europa se autogestiona.
El reemplazo de la Copa Intercontinental por el Mundial de Clubes fue una primera intervención para no quedarse afuera de la competencia internacional. No sólo le privó la organización a la Conmebol y la UEFA, sino que además sumó otras asociaciones continentales, buscando nuevos mercados y también apoyos políticos. Si bien la asociación sudamericana suele tener una postura más cercana a la FIFA, entendiendo que Europa no es aliada y la desigualdad entre ambos le impide hacerle frente sola.
Otra forma de mantener su lugar central es con la estética de los mundiales. Como bien desarrollan en este podcast de Big Data Sports , la FIFA empezó a imponer una línea de imágenes y formas de transmisión, sin dejar a discreción de los organizadores. Desde los estadios, todos construidos bajo los mismos patrones hasta la preponderancia de los logos distintivos por sobre las mascotas, siempre con la Copa Jules Rimet como eje.
Ser organizador del Mundial hoy es, más que nunca, ser sede donde se desarrolla el producto FIFA, con poco margen para innovaciones o las particularidades locales. Quizás las vuvuzelas de Sudáfrica hayan sido un elemento disruptivo en este nuevo formato, donde Qatar, Rusia o Brasil no presentan diferencias significativas en un primer momento.
Recorrida por el estadio
El Mundial del 94 fue el primero en jugarse en Estados Unidos, el primero después de la disolución de la Unión Soviética y el primero que ganó Brasil post Pelé.
Campo de Juego: El gol de Arabia Saudita a Bélgica era un título sorpresivo ya, pero además fue de los mejores goles de todos los mundiales.
Las tribunas: un país sin tradición futbolera aunque siempre trató de impulsarla, fue récord de asistencias. Los reyes del espectáculo son así.
El museo: 1994 fue un año movido para Argentina y el mundo.